La mierda del mercado en tres párrafos y un apéndice


Julio 2009.
Colectivo Bolas de acero en colaboración con Caín y compañía.

“Miré al interior del saco de cuero y dije ¡¡esto es una mierda!! La señora que estaba a un lado me miró como su cara de fuchi.
Le pregunté si estaba de acuerdo y ella, sin quitar la expresión de su rostro, contestó que era responsable del interior de ese saco de cuero.”
Oleg Alain Zauman.

Un contexto donde la estructura económica permite y promueve que todo tenga un precio genera con ello que todo sea producto de venta y compra; órganos, mierda, poder; el supuesto bien más preciado al que llamamos información, se vende la virginidad por Internet, un diente de Newton, se vende una casa, se vende ropa de actores y músicos muertos, incluso, como hizo Nicael Holt, se vende una vida en paquete completo. Y el problema – si se quiere ver como tal – es que hay cientos de consumidores, porque una venta no tiene lugar sino gracias a que existe el comprador. Complicidad entre delincuente y víctima.
En 1961 Piero Manzoni vende excremento enlatado a precio de oro, dando refrendo al dicho de que “la basura de unos es el tesoro de otros”. Acto puritanamente ofensivo pero artísticamente radical y crítico – como saben hacer los genios – se mantiene vigente pero mutando en variantes: cadáveres, sangre, bancos de esperma, córneas, etcétera, a un grado que el comercio con el cuerpo, considerando enormemente a sus secreciones, se ha vuelto objeto para cotizar y adquirir.
La perspectiva, tal parece, está entre por lo menos dos opciones: oponerse a la lógica del llamado capitalismo voraz quien entre otras cosas se mantiene vendiendo y comprando sin discreción, demora, impedimento o reserva. O por otra parte jugar con sus reglas y vender, vender, vender, pues habrá alguien que quiera comprar, comprar, comprar, desde la mierda de Manzoni hasta la vida de Holt, desde la virginidad de Rosie Reid hasta la vendedora de caricias de Panteón Rococó, de The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living de Demian Hirst. Especificando que el arte está atenido a las reglas del mercado como cualquier mercancía, reglas donde la oferta, la demanda y el absurdo son algunos pilares, pero que aún cabe la posibilidad de transgredirlo.
Todo apunta ¡según la nueva administración!, a que los artistas deban pensar para producir con el objetivo único de vender, el problema es que hay dificultades desde el primer paso en su lógica y eso lo debieran de haber notado cuando pregonaban que “el arte que no se vende no es arte”. En fin, la desembocadura de este río es incierta, pero mientras tanto invitamos a la formación de un banco de neuronas que pueda ayudarles a comprender los peligros en la desaparición institucional de la histórica frase de “por amor al arte”, pues hasta en el puro gusto de joder hay algo de eso.